Estamos en pleno verano, Las playas están llenas, los aeropuertos colapsados y las terrazas a rebosar. Es tiempo de vacaciones para muchos, pero para quienes trabajamos en la hostelería y la hotelería, es justo lo contrario: temporada alta, jornadas maratonianas y un nivel de exigencia que muchas veces se queda fuera del radar.
Siempre he pensado que para dedicarse a este sector hay que llevarlo dentro. No basta con saber de atención al cliente, de técnicas de venta o de gestión de operaciones. Hay que tener vocación. De verdad. Porque este trabajo, el de camarero, recepcionista, housekeeping, cocinero, botones o personal de spa, requiere estar siempre disponible, siempre sonriente y, muchas veces, incluso aguantar lo inaguantable.
Y es justo aquí donde quiero detenerme: en cómo tratamos a las personas que están detrás del servicio.
Personalmente he tenido mucha suerte. En todos estos años, me he encontrado con muy pocas situaciones en las que me hayan faltado al respeto. Pero sí he sido testigo de cómo otros compañeros han tenido que soportar comentarios o actitudes que, sinceramente, duelen. Y mucho. Porque la forma en que alguien trata al personal de un hotel dice mucho de esa persona. Para mí es un filtro Una red flag o, por el contrario, una señal de que estoy frente a alguien con educación, empatía y valores.
Sé que no todos son iguales, y agradezco profundamente a esos clientes que se toman un segundo para preguntar cómo estás, que hacen que el trabajo merezca la pena Pero no deja de sorprenderme y dolerme cuando veo actitudes que asumen que trabajar en «servicios» es sinónimo de sumisión o de tener que aguantar cualquier cosa. No lo es. Y aunque debería ser evidente, siento que es importante recordarlo.
Trabajar en hotelería no es ser esclavo de nadie. Es formar parte de un engranaje que permite que otros disfruten, desconecten, vivan experiencias únicas. Detrás de cada sonrisa del personal, de cada bandeja servida con precisión, hay cansancio, entrega y, sobre todo, respeto por el oficio.
Así que este verano, si estás de vacaciones y tienes la suerte de alojarte en un hotel o sentarte en la mesa de un restaurante, observa cómo tratas a quienes te atienden. Porque ahí, en esos pequeños gestos, también se define quién eres.
Y si formas parte del sector, como yo, no estás solo. Aunque muchas veces no lo digamos, hay orgullo en lo que hacemos. Vocación. Resistencia. Y una humanidad que ojalá siempre se valore como merece.
¡Ah! Importante: no dejemos los comentarios en Google, Tripadvisor o donde sea sólo para cuando hay quejas. También es igual o incluso más valioso compartir cuando algo ha sido positivo o bonito. Si además mencionas los nombres de esas personas que te cuidaron y mimaron durante tu experiencia, mejor aún.
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