Nadia Gallo

Sostenibilidad: ¿decisión consciente o excusa disfrazada?

La sostenibilidad no es una tendencia, es una necesidad. Pero cuando se convierte en un check list infinito, sin sentido común, o al menos un sentido «palpable», puede ser un lastre. Ni para los huéspedes ni para los hoteleros tiene sentido asumir costes crecientes por decisiones que no siempre están bien comunicadas… ni bien valoradas.

El envase del jabón no hace milagros

Podría poner muchos ejemplos pero comenzaré por uno de los que más he oído últimamente y el más sencillo: sustituir las amenities individuales por dispensadores recargables. Tiene lógica: menos residuos, menos coste, menos plástico. Pero y si hablamos de la cantidad de hoteles que con la «excusa» de ser eco-frienfly han optado por disminuir sus servicios, sí, haberlos haylos por desgracia y todos lo sabemos.  Entonces ¿y la percepción del huésped? Algunos lo aplauden, otros lo ven como una pérdida de detalle, ese eye for detail, pero hay quién no se atreve a quejarse ( hoteleros y huéspedes)  por no ir contra esa necesidad que de alguna manera nos han impuesto.

El coste invisible del «eco»

Otro tema importante: los constantes cambios en normativas energéticas. De repente, cambiar toda la iluminación. O sustituir los aires acondicionados por nuevos sistemas más eficientes… que cuestan el doble. ¿Quién asume eso? ¿El hotel? ¿El cliente? ¿Hay subvenciones para todos y todo? Porque al final, aunque no subas tarifa, lo acabas pagando en márgenes, mantenimiento o tiempo.

Y luego están las famosas eco-tasas. Algunos destinos como Baleares, Lisboa o Ámsterdam las aplican sí o sí, pero… ojo, no digo que esté en contra pero ¿cuántos clientes saben realmente a qué se destinan? ¿Y cuánto afecta eso a la percepción global del precio?

Enkopiro Camp: una lección para muchos, empezando por mí misma.

Y aquí es donde quiero poner el ejemplo de uno de los hoteles más coherentes que conozco y con el que trabajo: Enkopiro Camp, en plena Masai Mara (Kenia).

Este exclusivo campamento con sólo cuatro tiendas lo hace simple y con sentido:

  • Toda la construcción se hizo con materiales locales, por manos maasai.
  • El consumo energético es el adecuado: placas solares, linternas recargables…
  • No hay plástico, no hay derroche, y cada dólar que entra tiene impacto directo: escuela, sanidad, protección de fauna. Sí, ellos han creado su propia escuela que está ayudando a cientos de familias.
  • Publican un informe de impacto y escriben sobre sus propios dilemas: como la «ilusión» de ser neutros en carbono cuando aún hay que usar 4×4 para llegar hasta allí. Aquí el artículo .

Es decir: sostenibilidad con propósito, pero sin dogmas.

Sostenibilidad sí, pero con cabeza.

No todo tiene que ser vegano, de bambú y con 4 sellos verdes. A veces basta con comunicar mejor  y hacer lo justo y necesario, pero mejor. Y sobre todo: explicarlo.

No demos por hecho que el huésped entiende por qué hay dispensadores en vez de frasquitos, o por qué paga una tasa «verde» al llegar a destino o simplemente, busquemos otra solución que sea factible para ambos casos.
Contemos la historia detrás. Solo así el lujo puede ser sostenible… sin perder el alma, el detalle ni el margen, claro.

Y tú, ¿qué opinas? ¿Cómo lo has gestionado ya sea como cliente o cómo hotelero?

 

Me encantará leerte en comentarios o en redes. ¡El debate está abierto, seamos sinceros!

Tiempo de lectura: 4 minutos

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